Transformar la realidad de la unidad de la unidad del pensamiento, la palabra y la acción



Compartimos la mirada del Dr. Horacio Tabares, Psicólogo Social y Director de Vínculo, en su publicación Tramas. Edición Especial 2017, Editorial.

“Lamentablemente los hechos, la realidad no solo ha confirmado el diagnostico del consumo de sustancias como una “pandemia social de consumos”, sino que todos los indicadores nos muestran una sociedad donde crecen los consumos, se diversifica la oferta (por ejemplo, la invasión de drogas de diseño), baja la edad de inicio (con los riesgos que ello implica) y proliferan las fuentes de abastecimiento, con modalidades que hacen más accesible el aprovisionamiento (…) Es importante la claridad sobre la multicausalidad del fenómeno. En primer lugar, el rol determinante que tienen los “cárteles de la droga”, parte inevitable del desarrollo del capitalismo corporativo. Que no son un crecimiento anómalo del sistema, sino un aspecto salvaje, inhumano y siniestro del mismo. Y que no tienen su casa central en las villas miserias (como otros intentan presentar) sino en suntuosos despachos de la “city”, que funcionan en connivencia con algunos sectores de la seguridad e inteligencia, del poder, y que lavan sus activos criminales por sus alianzas con las corporaciones financieras bancarias. Hay que buscar las razones de las oleadas de violencias que nos inundan en el crecimiento de estas organizaciones narco criminales”. En segundo término para que se configure la pandemia, es necesario que exista un importante sector de la población en condiciones de vulnerabilidad. Consecuencia de carencias, no solo materiales – aunque si también materiales – sino de afectos, ternura, de palabras y de escuchas. Sabemos que estos agujeros del alma se llenan – a veces y a un alto costo – con drogas. Pero también es cierto que en un país donde crezca un 36% de pobres y un 6% de indigentes las probabilidades de vulnerabilidad aumentan.

De allí que las políticas públicas que pretendan eficacia en drogas, deben desarrollar un poderoso shock preventivo, que desarticule los discursos de la cultura consumista, destructiva, individualista, violenta, discriminadora y sexista. Estrategias preventivas comunitarias que tiendan a la modificación de estilos de vida, valorizando la salud individual y comunitaria como una construcción colectiva. Que promocione una ética de la solidaridad, de la cooperación, de la tolerancia, del esfuerzo, de la justicia y de la paz.(…) Debemos desplegar en barrios y comunidades dispositivos psicosociales, que operen tanto en la contención del dolor y el sufrimiento, como en la activación del protagonismo comunitario, para que la sociedad pueda relevar, diagnosticar y proponer medidas operativas para empezar a revertir la situación. Por esto pensamos que la prevención – relegada por años por enfoques políticos cortoplacistas, ignorantes de los posicionamientos más avanzados en la materia – es hoy un “punto de urgencia social”.

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